miércoles, 9 de marzo de 2005

En busca del derecho a la ternura

Otro del baúl de los recuerdos-

Luis Carlos Restrepo fue un elemento importante para vincular el tema ético a la vida cotidiana y no únicamente a las decisiones valorales conscientes. Había entendido la ética; como las leyes primordiales de las conductas, dentro de la cual se encontraban los valores. Aquellos con los que hemos crecido, que se encierran con los parámetros subjetivos; bueno-malo. 

Sin embargo, cuando este tema se aborda desde el aspecto “personal/cotidiano” adquiere complejidad; por la lucha interna de reconocernos equivocados en un actuar automatizado y aniquilador de la singularidad propia y de los otros,en el que, la ética (como acto consciente e individualizado) sale del escenario.


Hemos sido instruidos para analizar la ética desde las teorías de los sabios filósofos, con palabras rebuscadas y cómodamente memorizadas. Sin embargo, este campo es muy amplio y complejo, porque exige la empatía con la sociedad desde el reconocimiento personal, tarea que irónicamente evadimos como humanos.


El autor analizado no toca el tema desde el punto de vista general de “vida cotidiana”, Restrepo aborda el tema ético,  desde el campo más discutido en el mundo "el amor", de tal forma que pudiéramos hablar el mismo lenguaje, pero a pesar de esto, parece entrar en el ambiente menos explorado.

El Amor o el amor hacia los otros, hace caer en la cuenta de la necesidad de amor propio y una vez con esta reflexión, la ética no puede escapar de ningún caso, cuestión ni circunstancia.

Para acotar este tema, interminable, abordaré únicamente aspectos generales de los muchos que han surgido en mí con respecto a la “Ética”: La auto-imposición en el uso de los sentidos, sentimientos y poder, El Chundú de los payés colombianos y la decisión de “vivir en soledad o compartir la intimidad”, estos temas por supuesto, como el mismo autor lo expone, "en una dinámica de confrontación de errores ante la imposibilidad de tener verdades incontrovertibles" (Restrepo, 2001; pp. 68).

Encontrar participación a la ética en cuestiones tan ordinarias y naturales como los sentidos, fue un tema que me permitió involucrarme profundamente con el texto. Abrir los sentidos a la experiencia de vivir, con la intención de ser conscientes de la “realidad” y no sólo lo que hemos aprendido a explorar para continuar con el esquema social. “Pasar de la vista como sentido ordenador de la realidad, al tacto como analizador privilegiado de la cercanía” (Restrepo, 2001; pp. 13).

Todo el tiempo estamos en actitud de control y/o interpretación, más que de percepción real de las cosas. Parece ser parte de la naturaleza humana, incluso el ojo ante ciertas imágenes inconclusas tiende a ver los objetos terminados. Así pues, en nuestras relaciones, optamos por interpretar a los otros, antes aproximarnos a la experiencia del otro. 


Podemos acercarnos a conocer algo desconocido, pero tocarlo o agarrarlo causa pánico, negación a la incertidumbre de una acción que no estamos acostumbrados a realizar. Tal vez porque el tacto, como lo considera el autor, es el más humano de los sentimientos y tenemos miedo a mostrarnos tal cual somos, no es miedo a descubrir sino a ser descubierto lo que nos detiene. De ahí aquello de la imposibilidad de acariciar sin ser acariciados. 


Irónicamente, pareciera existir una resistencia a ser querido, y optamos por no “querer” para no tener que afrontar el reto de recibir amor. Como si fuéramos indignos de sentirnos plenos. Puede ser que la percepción personal de la práctica de amar no esté configurada de la misma manera para todos. 


Algunos somos exigentes, queremos construir el mundo desde una competencia exhaustiva, llena de retos que al final de cuentas; nos permitan merecer las bondades de la vida, “Todavía hoy, cantidad de estos guerreros y guerreras, sin casco y sin armadura, sienten culpa cuando acceden a la vivencia de la ternura sin antes haber conquistado un mundo o avasallado un imperio" (Restrepo, 2001; pp. 35). Preferimos el distanciamiento después de una riña, que confesar nuestra fragilidad y necesidad del otro.

Buscando en mis archivos pasados, encontré un ensayo (segundo semestre, 2003) sobre la soledad. Que irónica es la vida y cómo no nos percatamos del daño que es posible hacernos por mantenernos firmes al estándar de dominio sobre los otros, por encima de nuestra propia y verdadera realización. 


El ensayo niega rotundamente la soledad, incluso resalta las bondades maravillosas de ésta ante la libertad ganada, al no tener que depender de los otros. Sin percibir que esa fortaleza se convierte en el escudo de cualquier relación social que permita conocer al verdadero ser humano que somos y que sólo es público con la interacción del otro. 


Ahí, en esta armadura blindada, es donde se forja realmente el estado vulnerable, dentro del caparazón que construimos por miedo a tocar nuestra realidad.


Por miedo a ser vulnerables, nos vulneralizamos. Esto si entendemos la vulnerabilidad  como la brecha entre el yo real y la experiencia del yo.


Y es que no tiene caso ir al cine, con tal de estar con los amigos, cuando tu querías ir al parque de diversiones. Lo más indicado sería que vaya al cine quien quiera ir al cine y tu vayas al parque o a donde quieras ir; al final de cuentas, la diversión estará en ti y no en los acompañantes (García;2003).


No es posible hablar de tanta soledad con una falsa visión de felicidad, y lo peor es la lucha por mantener la máscara de autosuficiencia, aun sintiendo en el interior la necesidad urgente de compartir. 


Existen cambios de vida que generan incertidumbre y que por lo tanto preferimos mantener una cara de fortaleza hasta que estemos a salvo de la circunstancia, no obstante, el final de este tiempo fingido lejos de acercarse; se apodera de nuestros esquemas de vida, de tal forma que al final es mayor el miedo de reconocer el error, que el de vivir solos.Y podría aventurarme a decir que más que miedo, el sentimiento oculto es el dolor.


Afortunadamente “Sin matriz afectiva, el cerebro no puede alcanzar sus más altas cimas en la aventura del conocimiento” (Restrepo, 2001; pp. 78), por tal razón voluntaria o involuntariamente los mismos deseos de crecer y desarrollarte plenamente te van orillando, por ocasiones de forma sutil y acogedora o bien por etapas devastadoras, a buscar la relación con los otros. Desafortunadamente ser consciente del error en el que se vivía, no trae todas las soluciones.

Sin duda, "el cerebro necesita del abrazo para su desarrollo y las más importantes estructuras cognitivas dependen de éste alimento afectivo para alcanzar un adecuado nivel de competencia" (Restrepo, 2001; pp. 78). Me encantó esta metáfora del abrazo, hace algún tiempo, cuando “disfrutaba” de mi soledad, un amigo expresaba la necesidad de contar con una persona que este contigo y te abrace para sentirte completo y tranquilo en momentos de angustia. 


En ese momento, sin tener consciencia de lo que le estaba planteando, defendía firmemente la decisión de no necesitar de terceras personas o asociarlo a una salida para personas de carácter débil. Las palabras de convencimiento siempre fueron refutadas, hasta que sin consentimiento propio, fui victima del abrazo, en ese momento las luchas internas se generan, pero la batalla ya ha sido perdida ante la maravilla de entender en un minuto; lo que era la soledad verdadera y la dependencia de máscaras para sobrevivir. "Como, mancos y ciegos de amor, desgastados en una batalla inútil "(Restrepo,2001;pp.114)


Quizás ahora pudiera cuestionar el sentido del abrazo, pero no la necesidad de éste.


Entonces se entiende las afecciones causadas por el entorno social, no sólo de familia, sino de las instituciones a las que perteneces, donde hay que ser el mejor y para eso, se tiene que estar solo, proyectando una felicidad apropiada y no sentida. 

No es posible llegar acompañado si se quiere ser el primer lugar. “Y a pesar de compartir todos la misma estupidez afectiva, debemos sobrellevar en soledad las funestas consecuencias del fracaso, sin dejar de responder al saludo matutino de “buenos días, cómo estás” como un genérico y trillado “bien muchas gracias” (Restrepo, 2001; pp. 122).


Pues “bien, muchas gracias” es lo que queda a decir al permitir que no sea la vista quien indique la realidad, sino el tacto. El tacto que no necesariamente te lleva a tocar físicamente, pero si te acerca a tu realidad, realidad un tanto desintegrada si se fue demasiado lejos en la búsqueda de la fortaleza y negación del analfabetismo afectivo. 


Hay que tocar y dejarte tocar el alma, que aunque  no es lo mismo agarrar que acariciar, como bien lo resalta Restrepo (2001),  aún así, te abre abre la puerta a un mundo de experiencias inexploradas. 


Es necesario darnos cuenta que la armadura que en los años de infancia nos salvó la vida, hoy lo único que nos aporta es una pesada carga que ya no protege de nada. Hoy no somos infantes sin voz, hoy tenemos las capacidad de exigir ser vistos y reconocidos, de ser amados y amar,  por quienes somos y no por lo que hacemos o por lo que otros esperan que seamos. 

Ante esta puerta abierta, puerta a la emocionalidad, es tiempo perfecto para encontrar el “Chundú”. Si, con esto no termina la hazaña, al contrario, nos manda a la experiencia real que implicará mucha más fuerza y consciencia, que la de las armaduras, estar presente nos va a doler. 


El chundú esa enfermedad nombrada por los médicos del amazonas (payés), que no es otra cosa que la incapacidad de “acariciar y ser acariciado”. Mal de amor, "chundú" el mal con prioridad para ser atendido para esta cultura sabia de la antigüedad y no científicamente aprendida. Mismo mal que, para nuestro cerebro occidentalmente programado "toca" ignorar, ocultar y hasta ridiculizar a aquel que ostente decir que lo padece.


De cualquier manera, se lo advierto, tarde que temprano el "chundú" aparecerá,  con la diferencia del caso anterior, de ahora ser consiente de la necesidad de expresar los sentimientos, pero saberte incapaz de lograrlo. Si, yo no le digo que va a ser fácil, pero conocerá cómo es estar vivo. 


Pero bien, en esta lucha por "sentir", aparecen nuestras formas históricamente aprendidas de capitalizar todo lo que se permita experimentar. Por esto quiero resaltar que existe un factor muy importante en las reacciones pos-analfabetismo afectivo, ya que somos aprendices y tenemos miedo, queremos regresarnos a la orilla segura:


Puede resultar cómodo mantener una actitud de fragilidad ante la situación desconocida, al grado de generar la “ternura” de él o los otros, de tal modo que después de un tiempo consigamos contar con la compañía deseada y este intento de convertirnos en seres "sensibles" nos lleva a la oportunidad de "manipular". Así entonces, esta experiencia emocional toma un valor rentable para continuar con nuestro objetivos iniciales de "éxito" social sin importar el personal. No se confunda, ud no está sintiendo, está manipulando.


Así se da inicio al proceso de asesinato de la singularidad del otro (nos enamoramos de las diferencias y una vez juntos intentamos hacerlas desaparecer). Mientras tanto, bajo una piel de cordero, se reconstruye la misma situación dominante, aunque con otra máscara, creando la “violencia sin sangre” que llega a lastimar mucho más que un golpe. 


Aunque es necesario resaltar que la violencia no es sólo para la persona absorbida por el poder, sino para el propio sujeto con el "poder" que cae nuevamente a la soledad y monotonía de estar junto a una persona clonada y no complementaria que haga surgir las características personales, que sólo son perceptibles al estar en interacción con otra persona consciente de su singularidad. Pero tranquilo, no lo juzgo, el otro, siempre puede parecer una amenaza y es más fácil aniquilarle que enfrentar nuestros demonios.


Así, en todo este remolino de emociones, no hay final feliz, ni conclusiones con consejos mágicos, sólo puedo ofrecerle mi confusión y decisión de no abandonar, de no huir,  de quedarme desde mi enojo, mi dolor, mi frustración, mi felicidad, mi miedo, mi amor... mi emocionalidad, que finalmente me define y me hacen estar cada vez más presente, más viva. 


Aún así, voy a huir algunas veces, vamos a huir, pero nos detendremos y será distinto; sabemos que no huimos sino de nosotros mismos, entonces, iremos poco a poco aprendiendo a respirar, a sostener el miedo. Sabremos acariciar y ser acariciados. 


Después de leer “el derecho a la ternura” es importante saber que “La ternura es el producto de habernos aceptado como ruptura y fragmentación” (Restrepo, 2001; pp. 86) y que esto lejos de hacernos inferiores a los otros, permite la oportunidad de vivir la libertad de ser “diferentes” y al mismo tiempo, “complementarios”.

La ética no implica ser congruentes con nuestro hacer, simplemente, no atentar contra nuestro objetivo central, aun que esto implique absurdos epidérmicos. Seguir el principio central, pero permitiendo la excepción sin remordimientos, para ser libres.



• RESTREPO Carlos (2001)” El derecho a la ternura”E.D. Retina. Bogotá, Colombia.
• GARCIA Flor (2003) “Me gusta estar sola”. ;)

2 comentarios:

Animal Nocturno dijo...

HERMOSO...;D...No solo fue un tequila, fueron el añejo, y reposado !! !!

Ramita Diferente... dijo...

jajaja pues, lo que sea necesario :D