En 24 horas se puede dar un vuelco a la vida, subir al cielo y descender a los infiernos. No hay nada prohibido ni planeado, sólo 1,440 minutos, tan tuyos como del mundo y con el mundo me refiero a todos o a tan solo uno.
De esas 24 horas, de las que
hablo, no puede disponer cualquiera. Hay que ganarlas, merecerlas pues, hacer
todo para que el universo conspire y todo confluya en el punto de encuentro
perfecto, donde las historias se escriben con el tiempo detenido, el tiempo de
los otros, de los de afuera que corren y no saben que existe “esto”… la magia,
la sed de vida; la necesidad de un recuerdo aún no vivido, pero en proceso.
De pocas almas he de hablar si
hablo de encuentro, pero era una de esas pocas, de las que busco, sí, siempre
busco… oh no, tal vez no siempre. A veces salgo a buscarlas, otras me gusta
mirar de lejos, mi alma no siempre está en condiciones de exponerse, de bajar
la guardia, de ser quién venza al miedo y otras veces esas almas no salen a mi
encuentro.
¡Pero qué importa lo complejo de
mi alma! Sucedió y fue… no perfecto, lo
perfecto es imperfecto, fue, lo llamaría, inefable, así con la extrañeza de la
palabra, con toda la antesala de lo indecible, con la firme promesa que este
ilusorio intento por describirlo y dejarlo para la historia, no sucederá. Disfruto revivirlo, sentir esto que inunda mi
cuerpo, que trae a mí la magia del encuentro y que ninguna palabra sería puntual
a mi recuerdo.
Que ironía, esperé para decirlo,
dejé que mi alma estuviera lista, clara, resuelta y emocionada (si, no siempre
la emoción llega en el momento), pero no es suficiente. Por eso hoy aquí
describo mi incompetencia de decirlo, mis deseos de siempre acordarme de
aquello, mis intestinos hechos nudos y mi garganta en silencio, en la
contemplación de un cuerpo alma, de mi estar viviendo, así, en gerundio, ese
profundo ando-endo.
Así es siempre, siempre que hay
magia en el encuentro. Fue, será, está siendo… quizás sólo porque así lo
quiero.
Me quedo con 1,440 minutos que
duraban años, que no caben ya ni en el recuerdo. Sólo fueron “casi perfectos”,
fueron nuestros
¡¿Nuestros?!
20/08/2014