Después alguien dijo que sólo se escribe lo que ya puede ser
olvidado y hoy, hoy yo no escribo más versos, será que mi vida es presente con
ánimos de futuro o que simplemente la “prosa mala” no puede ser compartida.
Siempre esperé mis fallidos textos, aquellos que no lograran
plasmar lo sentido, pero siempre había algo que inundaba mi alma y me daba por
bien servida, que me hacía saber que eso era lo que buscaba. Odiaba esa
situación, no quería más buenos versos, que aunque la RAE encontrara errores,
para mi eran perfectos y eso no buscaba mi alma.
Amo estos últimos textos, estos donde me siento a plasmar lo
que he sentido y no dicen nada, estos que son tan vacíos y que segura estoy que
Bécquer entendería el por qué y enmarcaría sin pensarlo.
De esos momentos
insignificantes que dieron sinsentido a esto que escribo, no intentaré más por
escribirlos, aún están vivos y la vida no puede ser minimizada a palabras.
De encuentros casuales,
celos indiscretos, lágrimas incontenibles o la fuerza reprimida,
dejaremos a otros que lo escriban, que narren lo no sentido y vivan de poesía.
Esta es mi mejor renuncia, la que yo no había pedido y hoy
tanto disfruto.
Adios y bienvenido.