domingo, 27 de febrero de 2011

La última renuncia

Aprendí a no renunciar, aprendí a aceptar el mundo y sus exigencias, aprendí a cumplir con un rol, aprendía a ser feliz con lo que tengo, aprendí a ver pasar los días y pasar en ellos, aprendí a tantas cosa que; de pronto me sorprende reconocer que no me basta, que ya no es suficiente, que no lo quiero, aunque lo desee tanto y más me haya costado.

Deseo profundamente respirar hondo, apretar mis puños y decir: “renuncio”. Renuncio a mis no renuncias, renuncio a estar bien, a no tener sobresaltos, a todas mis seguridades. Tengo unas ganas inmensas de ser nada, de vagar por el viento, de no cargar este peso.

No sé si a mi edad sea buena idea o buen momento. Sé que puede ser muy pronto, pero me aterra que después sea muy tarde. No estoy satisfecha, ya no es suficiente. No sé si esperar la claridad o aceptar que esta nunca llega y es preciso arriesgar. Correr riesgos es tan emocionante, tan profundo y tan tuyo, que por momentos me hace falta… pero no existe un motivo, un motor de ese instante que te hace soltar el alma y aventurarte al futuro sin sostener tu presente. Un instante que te hace saber que vives, aunque implique tocar la muerte.

No sé qué hará ese instante; si una cosa, un nombre, un lugar o un momento, pero ruego a Dios que llegue pronto. No quiero vivir muriendo, prefiero morir viviendo.

Mi alma está cansada, se ha convertido en cuerpo y no era esto su objetivo. Quiero ya mi última renuncia, la que me haga saber que nada tengo sino vida. Ya no quiero este contrato, ya no quiero la rutina.

Renuncio Sr. , renuncio a no tener una aventura, renuncio a esperar y en esperar pase mi vida. No lo acepto, estoy segura.