jueves, 30 de julio de 2015

Mi señora Luna

Ud y yo  tenemos contacto directo, siempre me mueve, me inquieta, me hace voltear al cielo. Hoy es especial, está aquí, entre mi garganta, mi ilusión y la emoción. Aún sin tomar forma, queriéndome decir algo, apuntando el nuevo camino… lunática, siempre lo he sido.

Su fuerza es la mía, soy mujer de ciclos, aunque sé que puede ser redundante; mujer y ciclos, pero yo los vivo, los siento y a veces los escucho, me hace escucharlos.

Algunos creen que mi tiempo es cronológico y me juzgan de ilusa. Mi tiempo siempre se multiplica, se detiene, se repite, se encuentra. Pero a veces sé que es mejor su juicio, el de ellos, si lo comprendieran de cualquier forma me juzgarían, solo que tal vez de bruja, de loca…no sienten, no entienden ¡juicios!

Así es la vida o mí vida. Porque es preciso estar viva para latir con usted, para subir en fuerza, coraje, determinación, violencia, arrebato y todo lo que la vida/amor implica.

Mi señora Luna, hoy usted y yo sabemos cuál es el ciclo. El que termina y comienza, el que me tiene así, dando vueltas y que poco a poco se siente más la fuerza de lo que comienza y suelta.

Escucho “deja ir, despide, bendice y agradece lo que termina”.

Mujer y ciclos…almas gemelas, finales y comienzos, nuevas ilusiones, nuevos miedos, nueva fuerza.

Hoy entramos a esta era, me gusta llamarle era, más allá de los tiempos, de las lógicas materiales y entendiendo así; como grandes cómplices, que hoy iniciamos otro vuelo.

Quiero sonreír, siento esa extraña sensación aún en la garganta, pero ahora distinta, más relajada, con más paz, con amor e ilusión. Ya ha salido, ya voló…estaba fluyendo, saliendo el adiós.

Luna ama, señora guerrera. Sonrío, no lo quiero escribir, apenas viene, hay espacio, se está limpiando, es fresco y cálido. Es vacío también, invita a entrar, a dejar pasar… Señora luna, me había olvidado de usted y sus comienzos.

Que brote la ilusión y la emoción, esa que tan condenada en mi historia ha sido, pese que a pocos se las he dejado ver. Emoción tan mía siempre, tan fuerte, tan frágil, tan necesaria para no romper.

GRACIAS, no la censuraré, es mi Don, mi alma, mi esencia. Que brote la emoción como lluvia, así vibramos las dos. Entre mares violentos que se mueven con nuestra presencia, que disponen su inmensidad a la lucha de amar. 

Violenta lucha que suelta y reclama hasta que vuelve a amanecer.
Madre luna, hermana, fuego y agua, todo resuena en ama… ama.


GRACIAS

miércoles, 22 de julio de 2015

Mi mar violento

Era la fuerza natural frente a mí, conmigo y en mí contra, así, cara a cara, imponiendo su realidad. Lo que es, sin mayores adjetivos, no es maldad sino fuerza; en su esplendor, suelta, sin límites como si quisiera que yo también quitara mis barreras.

No sé qué pasó, pero en el miedo colectivo, yo lo que sentía era su fuerza. La vida, mi vida en medio de esa violencia. No era violenta, yo sabía que no me haría daño, que solo se mostraba como era, como si quisiera despertar mi –fuer- za.

Noté mi adrenalina, mi seguridad, mi felicidad y por supuesto mi naturaleza. Dos fuerzas así, después de días de no estar, de mi ausencia…fue como si me despertara, como si me invitara a resurgir, así, entre esa “violenta” guerra de ser, de no callar las diferencias.


No lo entendí, lo viví, amé el momento y no entendí qué era, pero mi cabeza sintió el choque eléctrico que me recorría, que me inyectaba la vida. Quizás por eso no tenía miedo, quizás sabía que la calma solo llega estando muerta.

Fue como volver al mundo, darme cuenta que aún había vida, había fuerza, tenía que mostrarme así, con mi “violencia” que no es más que estar ahí, ser auténtica sin miedo al miedo, sin elegir el mundo seguro de playas hermosas pero “muertas”.


La vida está en el mar abierto, en el violento choque de dos naturalezas…pero no lo entendí. La violencia subió solo para intentar despertar la que era,  mostré mi sal y mis mares en lágrimas, en debilidad aprendida, reprimiendo mi real naturaleza ¿y mi fuerza?

Por algo desde el primer encuentro nos reconocimos, no tenía miedo, era feliz de saberme ahí, tan viva, tan violenta, tan natural y al llegar a puerto otra vez… la calma, la artificial manera de andar, de aceptar ser quien no era, insistí en la calma cuando lo que amábamos era la fuerza.


Me equivoqué, me enredé en los guiones, temí monstruos de cuentos y olvidé que siempre he amado esa violencia. Violencia de vida, que arrebata, que empuja, que despierta pero no lastima, salvo cuando insistimos en no despertar, no estar y no ver cara a cara nuestra naturaleza.

Me equivoqué y desperté en medio de ese mar abierto, desperté pero no me di cuenta. Si tan solo en ese momento hubiera entendido, si al bajar de esa lancha no hubiera dejado la vida… la historia sería distinta, sería tan fuerte, tan natural, tan irreal, tan violentamente nuestra.


Pero…me equivoqué.

La violencia y su fuerza están conmigo, aún en guerra. Aún parece que sus olas siguen muy altas y golpean el alma como si fueran a reventar por dentro.

Un mar violento, con su fuerza natural, de colores definidos, que aún en medio de su lucha, parecía abrazarme, como si toda su guerra fuera por no tocarme, por no enfrentar mi delicada fuerza… No me di cuenta, Mi mar violento.