lunes, 24 de enero de 2011

¡Veinticinco!

Es un buen nombre, me gusta como suena y mejor aún lo que ha representado.

Hace unos meses me preguntaban cuál era la mejor edad de mi vida, pensé un poco y con cierto aire de sorpresa respondí “los 25” y lo reiteré como confirmando mi respuesta “los 25” y sonreí. No era consciente de lo que estaba viviendo, es tan fácil protestar y darnos cuenta que estamos mal, pero curiosamente, los momentos de felicidad los asumimos como normales, rutinarios y sin mayor sorpresa, pasamos por alto la dicha que la vida nos regala.

Estoy por abandonar mis 25 y siento cierta nostalgia. Tan bonitos años, pero lo mejor es saber que están a punto de ser más. Ahora todo suma, no ha habido restas y no me di cuenta.

La niña, esa tierna caprichosa que no dejaba en paz mi conciencia, que reclamaba y exigía… de repente fue feliz y no me di cuenta. De repente confió en mí, en esta que somos y que vio con beneplácito que no la traicionó. Es hermoso sentirse abrazado por la inocencia del ayer que es feliz con el presente, un acuerdo que concluye en la tan anhelada estabilidad.

25 años para llegar aquí. 25 años con vivencias duras y felices que formaron esta que soy. 25 años que son mi historia, la mejor, la que nunca pude haber escrito pero fue y de repente convergen los guiones; el de la niña de ilusiones y ese mi escritor amigo, que suele conocerme más de lo que yo. Es extraño, no te das cuenta pero todo pasa, todo llega a su lugar y sabes que nada es perfecto y que como ayer, otras cosas surgirán, que no va a ser fácil, pero hay la certeza que será y que al final alguien me preguntará ¿cuál fue tu edad preferida? Y contestaré esa, la que tenga, donde esté, esa será. 

Es maravilloso recobrar la fe, soltar el cuerpo, olvidar la hostilidad.

La niña fue a dormir, se cansó de llorar y de jugar, después me miró a los ojos y me dijo en su carita que ya no seriamos dos, que es esta a la que siempre quiso ser y no desea más aferrarse a sus muñecas ni seguridades. Quiere vivir y tener 26, como tanto lo esperó.

Pues bien 26, aquí estoy. Esta es la que soy y quiero ser. La que tiene casi todo lo que siempre esperó y una fe enorme en que el resto ha de llegar en lo que aún no se ha vivido y está por comenzar.

Es curioso, nunca imaginé más allá de mis 24 cuando era pequeña, tal vez sabía que el resto no me correspondía planificar. Me gusta esta libertad y me gusta que a mi cuerpo le duela un poco la edad.

Veintiséis, ya comienzo a acostumbrarme a ustedes, tengo un poco de impaciencia por lo que traigan de más.

Veintiséis… es una buena edad