viernes, 18 de diciembre de 2009

SI

Dos simples letras, una palabra corta y de formas opuestas, la rigidez y la libertad se encuentran en un monosílabo que guarda en su simpleza, el rumbo y sentido de la vida.

En el catecismo aprendimos que fue un SI, lo que dio salvación a la humanidad. Implicó conflictos y sacrificios, pero también aportó alegrías y satisfacciones.
Ahora me pregunto si todos serán iguales...

Ese SI que damos en cualquier momento de nuestras vidas, si es real, creo que implica todo lo anteriormente enunciado y omitido. Un SI cambia todo, hace renacer, reescribir la historia…todo a partir de ese instante. Un SI es invencible e incuestionable, no requiere justificaciones, sólo exige rigidez y libertad, sólo eso para existir.

No sé cuantas veces he dado un SI, o si a estas alturas no ha habido ninguno, pero es tan fuerte que misteriosamente cautiva y deseo llamarle a mi vida. O, ¿es que es un requisito indispensable, para que esta sea realmente VIDA?.

Entonces no renuncio, hágase en mí según tu palabra. Que la vida sea VIDA y que de mis labios surja un SI muy fuerte, que venza todos mis temores.

No diré más, mi respuesta es

-SI-

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Siempre pierdo, decía…

Lo había olvidado porque… no, jamás lo olvidó. Lo había evitado, porque le resultaba imposible describirlo en palabras.
Decía que sólo quienes lo conocen podrían entender ese vacío llenador en el pecho; que succiona y brota, que habla en silencio, que sacia y demanda o todas las contradicciones que sólo “viviéndolo” se pueden entender.

Optó por ser cronista de un momento, aunque dejara fuera de las letras, la magia que se almacena sólo en la memoria.

Era la noche del primer encuentro, aunque nadie sabía si habría otro. Tal vez eso facilitó la magia. Había una desesperación y urgencia, porque quizás pronto terminaba y el deseo de arriesgar podría cesar como tantas veces. Volverían a la blindada soledad y quedaría el recuerdo mezquino de “lo que pudo haber sido” ese que se vuelve tan conocido en personalidades temerosas.

Intentos, sensaciones, temores... y concluía, porque lo que no crece se muere. Sentían todo, apretaban el alma, mil dudas de hacer lo correcto, el tiempo detenido… había que romper el encanto o dar el paso. Se rompió el encanto a causa del deseo compartido de no ser responsables de sentir. Privilegiaban el anonimato afectivo, preferían la nostalgia de la mal sana búsqueda de lo inencontrable.

La noche avanzaba y no eran capaces de enfrentar lo que sentían, huían entre la gente que acompaña el momento. Intentaban ser uno más, pero vivían otra dimensión. Había conexión total, comunicación aún sin hablarse. La noche terminó, era tiempo de volver a casa, dar las gracias y con suerte; abrir la posibilidad de otro encuentro, aunque este podría no suceder.

Salieron, ella caminó apresurada adelante, como intentando regresar a la realidad. Desconectarse de él, recordarse quien era y controlar sus emociones, dejar de ser una niña enamoradiza. Llegaron abajo y dijo cualquier cosa, para tratar de despertar; estoy mareada o hace frio, lo importante era volver a la realidad.

Él no contestó, no quería volver y aumentaba el miedo en ella, de cualquier forma, ella luchaba por recobrar su realidad. Guardó silencio entonces, pero sentía cada paso, intentaba volver, pero él no lo permitía.

_¿Qué tienes?_ preguntó
_Nada_ respondió.

Pero él insistía. Creía que estaba molesta, pero no era así, en todo caso estaba... asustada, fuera de sí o tal vez demasiado en sí, como para que sus tan empleadas formas de evasión funcionaran. Caminaron cerca, pero cada quien en su lucha.

Llegaron al coche; le abre la puerta y comenta algo, cualquier cosa. Cierra la puerta _para él_ el momento en que da la vuelta al coche, es su tiempo para enfrentarse. _Para ella_ Esos segundos dentro del coche sola, son momento para preguntarse ¿qué me pasa? Ninguno tenía una respuesta clara. Entró al coche, los dos saben que la noche terminó. Ella sabe que irá a casa y será un buen recuerdo, está asustada.

Ella, Sólo quiere refugiarse, esconderse y alejarse del peligro. Él, no enciende el coche, pregunta nuevamente _¿qué te pasa? _La respuesta es la misma _ NADA.

No era NADA, era todo, pero no era malo, así que no podía dar una queja. Estaba bien, pero sin saber definir ese estado, era totalmente nuevo. Él intenta detonar un tema, pero ella evade los comentarios.

Entonces él: respiró, hizo gestos de enojo y comenzó a hablar con prisa, como si algo pudiera impedir que dijera todo lo que pretendía. Ella quiso guardar cada palabra, pero su mente estaba muy turbada, guardó lo que sintió, más no el discurso… Aun sin entenderlo, era lo que sin duda quería escuchar, así que no fue difícil que confiara.

_ No sé por qué, pero te creo,si no confiara en ti no estaría aquí _ Respondió ella, sin poder decir más.

Sabiéndose vencedor o vencido, nunca se descifró el misterio, volvió a sus inefables acciones. Se acercó a ella, buscó su cara, su mejilla, sintieron el rose de su piel, buscó sus ojos, sintieron respirarse lentamente… estaban a milímetros de escribir la historia de la niña que temía estrenar su cuaderno de afectos.

 El tiempo seguía, tenía que pasar algo o simplemente se rompería el momento, ella se rindió. No podía luchar contra alguien que sabía aceptaba perder, cuando ella deseaba ser vencida. Su rendición implicó la acción… no hizo más que decir todo lo que sentía, todo lo que le pasaba, todo lo que esperaba, todo lo que tenía que dar y que no era posible con palabras.

Su ingenuidad de niña se atrevía a hablar de sentimientos, aún si conocerlos. Había sabiduría desconocida y natural inexplorada.

Sonrió, como quien se apena y baja la mirada. Él preguntó ¿por qué? Ella movió la cabeza con calma, diciendo NADA.

Él no sabía que era su letra la que inauguraba su alma, sus afectos y rompía sus temores. Él, no sabía que había una rendición total contra sus luchas internas, que ella no tenía idea de lo que estaba haciendo. Ella, ya no quería palabras, no quería recobrar la consciencia porque no tenía la teoría de lo que sucedía.

Él pensó que ella se sentiría culpable y quiso corresponder a su decisión de arriesgar. No sabía que ella asumía que era el fin, que era el cierre de una gran noche que deseaba que no le faltara nada. No sabía que respetaba sus miedos, sus designios de momentos y no más. No sabía que no esperaba nada, que sólo asumió el riesgo y lo hizo. Que sabía tendría que confesar sus culpas y no precisamente a Dios, porque también sabía que Él lo avalaba. Sólo habría una confesión necesaria y un buen recuerdo.

Ella había decidido enfrentar a la mujer, sin que implicara necesariamente un compromiso. Pero tal vez era deseo de él, no romper el encanto o ver a esa niña tierna y no a una más de las de siempre, lo que le hizo no permitirle cumplir su decisión.

Pero, ya que él lo pide y ella lo desea, aunque no pensó alcanzarlo, respondió con sarcasmo blindado de sentimientos, como riéndose del discurso de la niña que espera su príncipe que él había citado. Ella no quería eso, NO quería un cuento, aunque le enternecía el gesto.

Pero ahí lo entendió, lo conoció y lo quiso así, con todo lo que era y en tan sólo un instante, en tan sólo ese "uno más de sus momentos". 

Asumió su pasado _el de él_, enfrentó sus miedos _los de ella_ y quiso entonces ser mejor, quería que su inexperta vida afectiva no le limitara. Quería sanar sus heridas, quería abrazarlo y no soltarlo, quería que supiera que no estaba solo, que nunca lo estuvo, que eran algo desde siempre.

Escuchó la profundidad de la que el huía, de la que escapaba. Se fue a él y lo albergó en ella. Ese espacio de vacío entre él y ella, esa sensación que paralizaba todo, que le llevaba a él pero le hacía sentir tan llena. Para ella era tan claro, pero nunca supo si él lo entendía todo.

Era la magia, era el momento y la rendición _de ella_ ante el deseo _de él_ de ser vencido. No supo cuánto duró, pero fue largo, tenían que decirse tantas cosas que querían fueran escuchadas.

Tal vez por eso no ha habido otro. Hubo muchos después de ese, pero era el mismo, sólo con menos prisa, con menos arrebato, pero continuaba y quedó así, sin concluir, sin punto final. Tal vez por eso no entendió nunca cómo pasar la página. No se termina una historia sin punto final y él lo olvidó, o eligió, no ponerlo.

“Siempre pierdo” decía, como si ella ganara la batalla de no necesitarle. No sabía que aunque sus deseos eran frecuentes, llegaban tarde a la necesidad de ella. Que no era él, sino ella, quien perdió. Perdió dar todo lo que necesitaba dar, perdió demostrarle lo que sentía, perdió ganar la lucha contra reloj, perdió la oportunidad de mostrarse transparente, perdió tenerle pleno y agradecido de darse.

Siempre perdió, él lo creía. Siempre tuvo dudas, sentimientos de no reciprocidad. Si él hubiera sabido lo que ella sentía, si él hubiera conocido su deseo de tenerle… tal vez se hubiera ido antes.

Era él y era ella, con sus temores, ocultando lo que el otro quería escuchar, por miedo a perderse. Se iba a terminar, por lo menos ahora sabrían que renunciaron a ellos, que no eran y No, que renunciaron a una sombría imagen.

Pero así era necesario y aún ahora, se alegra de ese primer momento. El de la rendición. Aunque después el miedo regresara y se negara o se olvidara de lo que se dijeron en ese instante mágico.

Tal vez por todo eso lo guarda, ahí, en la vitrina de las primeras veces, pero en la especial, en la que están sólo las que fueron primeras y fueron perfectas. Porque es raro encontrarlas.

 A decir verdad, guarda sólo ese...
Su mirada fija - Repollo y Atún

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Yo también lo creí…

Recuerdo la emoción de las navidades, todo el 24 tenía magia. Era el día más lento de todo el año, todo lo esperado por tanto tiempo; estaba a unas cuantas horas de suceder.

La posada, la familia, los regalos, el baile, los chistes, los dulces, las luces, los juegos, los abrazos, el brindis (ese día todos podíamos tomar un poco de sidra)… todo, era un gran ritual. Pero cuando este terminaba, aún faltaba lo mejor; ir a dormir y desear con toda tu emoción, que amaneciera.

Sin duda era el único día que los niños despiertan solos muy temprano y se dan el lujo de despertar a los padres con un “wow” mira papá, si me lo trajo! Recorrer el nuevo juguete de arriba abajo rápidamente, después estar listo para volver a salir. Vayamos con la abuelita a mostrar lo que nos trajo el niño Dios y ver lo que el resto de primos aporta al nuevo tesoro. Jugar todo el día en una real comunidad, todos están felices.

¿Cómo superar tal situación? ¿Qué pasaría cuando la magia desapareciera? ¿Qué sentido tendrían las navidades si ya no es urgente despertar a la siguiente mañana?

Yo también lo creí, ya no habría magia, no tendría sentido, sería una fiesta más en el año.

Un silencio atemorizante. Ver pasar los primeros años y creer que es el recuerdo lo que te mantiene gustoso. Después pasan el resto de los años, el resto hasta ahora, pero hay algo raro; con una vida adulta, sigues esperando con emoción que sea navidad, te siguen alegrando ver las casas iluminadas, te inspira un poco el escuchar villancicos por las tiendas, no sabes cómo, pero hay un amor natural que va creciendo en este tiempo dentro de ti y notas en los demás la misma magia.

SOMOS ADULTOS, ¿qué nos pasa, por qué no nos atormenta pagar los buñuelos o preparar regalos, por qué nos sigue alimentando el alma estas fechas?

¡Que no hay magia! me intentan decir que no hay magia, cuando esta se respira todo el tiempo, cuando se logra hacer a un lado la hostilidad común y se tienen deseos de compartir la felicidad. Qué acaso no es la magia de la navidad la que nos mueve, esa que prefiero llamar amor ¿No es ese el que nuevamente nos recuerda su presencia en nuestras vidas…?

No sé como será la siguiente, pero este año, espero la mejor navidad de mi vida. La de más magia que ninguna, de la carta de peticiones más larga que nunca, la de una familia expandida, la del amor fortuito, no la de la simple emoción de un nuevo juguete.

Yo también lo creí y por ello les entiendo, pero no teníamos razón. Déjense sentir y encontrarán la magia, no se ha ido, creció y nos envuelve, por eso no la ven, salgan de si, verán que ahí está.

Disfrútenla, inúndense de ella, compártanla… no repriman a su niño que está ansioso por ir a las posadas y romper piñatas. La magia no ha terminado.

Feliz Navidad.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Descubrir que envejecí…

No lo esperé, siempre lo vi tan a futuro que creí que cuando lo descubriera, sería tras años de intentar negarlo. Pero fue tan sorpresivo que detonó una emoción disfrutable.

Los pliegues al ras de la sonrisa y dos imágenes contrapuestas dieron la explicación a un estado de consciencia nuevo en mí. Saber que el tiempo siempre deja algo, por más que nos empeñemos en no vivirlo; fue contundente, alentador y nostálgico.

Unos cuantos años atrás, con prácticamente las mismas actividades que ahora _sólo distintos lugares y actores_ no tendrían por qué significar nada importante. Pero ver la inocencia de la primer fotografía, la seguridad fundada en la inconsciencia y una sonrisa que creía haber alcanzado la felicidad, trajeron a mí como en flashback lo vivido en este tiempo; cada caída, cada lágrima, cada tropiezo y claro, cada logro al levantarme o secar aquel llanto.

Vi con emoción el nuevo rostro. Menos alegre pero más feliz, menos inocente pero con mucha fe, menos seguridad pero más fuerza, más dureza pero con más paz.

Mi emoción creció, he envejecido!!

Cada tropiezo, cada lágrima, cada ilusión, cada momento, cada tristeza, cada alegría, cada día que viviera en mi reciente pasado; fueron labrando la que ahora vive, siente, piensa y busca, sobre todo eso, busca. Seguir buscando hasta llegar al objetivo, que aunque parece ser el mismo de antes, ha cambiado rotundamente.

Siempre añoré sentirme bien, estar contenta, tener lo que deseaba o se hiciera lo que yo quería. Hoy "sólo" deseo la felicidad, dónde esté. La vida me mostró que no fui acertada en mis convicciones, en mis seguridades y en mis emociones. Ahora que al fin permití a la vida marcar sus líneas, encuentro todo _o casi todo_ lo que en aquel entonces deseaba y no conseguía encontrar.

Vivir, es la labor más complicada, cuando nos empeñamos en ir contracorriente. Cuando giramos y dejamos fluir nuestra naturaleza; el camino se vuelve más largo, mucho más, parece que los atajos no los privilegia en nada, pero este camino se hace tan disfrutable, que no tengo tiempo para pensar en la meta, que sin duda desconozco, pero que por el paisaje me impaciento un poco, pues no puede ser menor a esto que ahora percibo y es tan... revitalizante.

Aquí estamos pues, tu y yo, las dos que fuimos o las dos que somos, sin discutir ni culparnos de nada, sólo aceptando con fuerza la que somos, sin prescindir de ninguna, sólo abrazando el pasado que dio su vida en nombre del presente.

Vivir, sólo vivir… fue lo que hicimos siempre, sólo que antes no me daba cuenta. Creía que todo dependía de mis decisiones, que mis errores eran irreparables y que este presente sería distinto. Había un guión que me empeñé en redactar, sin darme cuenta que las letras de la vida no perduran, que se mueven mientras vivimos o dormimos y que de cualquier forma, no hay manera de detenerlas.

Aunque estos párrafos tengan mi firma al final y al mundo pueda argumentar que estaba todo en mis planes, sé perfectamente que no fue así como lo escribí, que alguien se ocupó de corregirlos, pero que respetó perfectamente la idea, sólo ayudó a hacerla real y más interesante.

No sé si siempre pasará esto, si cuando mis arrugas sean más que dos o cuando mis fuerzas se vean mermadas, podré sentir esta emoción de haber vivido. Quizás sólo sea que envejecer a los 24 sea motivante.

No tengo certezas de nada, pero deseo vivir apegada al guión de mi editor, sé que de ser así, cada década sabrá distinto y será gratificante. Quiero encontrar como hasta ahora, las huellas de mi felicidad en mi piel. Quiero sentir la muerte rodar por mis mejillas para llevarme a encontrar la vida y recordarla con nostalgia, como todo lo que nos resulta valioso.

Quiero poderme ir como hasta ahora, quiero que el día que sea y en el lugar prescrito, pueda abandonar el mundo sin añorar nada, sin que me falten párrafos por vivir, sin haber alterado la obra del autor que sin duda, es perfecta.

Pues ya que soy esta y no la otra, pero no podría serlo sin la que fui, disfruto la felicidad de hoy, para inundar el pasado y ya no duela nada.

No sé cuánto tendré de tiempo para envejecer, mucho o poco, de cualquier forma, pretenderé que esto sea de la mejor manera. Aún hay mucho espacio en mi piel para escribir mi historia. sin duda, mi editor no ha terminado de crearme.

P.D. no me gastaré mis quincenas en cremas que disimulen mis pliegues en el rostro, por el contrario, espero que cada día sean más profundos y me recuerden que sigue habiendo sonrisas.