jueves, 12 de febrero de 2009

Esto de los sentimientos, emociones, AMORE

05 junio 2008 (luna en géminis, comprenda ud)

Es raro, dicen que la ilusión del primer amor consiste en pensar que nunca acabará y yo podría darles la razón. Es difícil ilusionarte con algo si lo que ves es el final, por lo general ese tipo de cuestiones mueren en el intento. Pero siempre hay una primera vez que se le apuesta y vemos morir la eternidad que antes visualizábamos.

Es curioso como el volver a lugares significativos te remueve sentimientos, el ver a personas del pasado te hace revivir mil cosas, entonces piensas, piensas y piensas, muchas veces ya sin mantener presente el sentimiento pasado, pero encuentras otros nuevos, algunos de nostalgia, otros de felicidad por lo vivido y en otras situaciones de dolor o tristeza; por ver desvanecido aquello que creías imposible de terminar.

Cada sentimiento implica muchas cosas, pero lo nuevo para mí es sentir tristeza, no impotencia, no celos, no frustración, no nada, tristeza!!! Es RARO, esa es la definición.

La tristeza te da cuando ya no hay nada que hacer, si hubiera algo el sentimiento sería distinto, incluso el coraje te invita a hacer algo, pero la tristeza no, bien porque no hay realmente nada que hacer o porque ya no quieres hacer nada y te deja inmóvil, expectante simplemente. Pero por qué no querer algo que en tiempo pasado se le apostó el todo por el todo, incluso por encima de los temores, riesgos y razones en oposición.

¿Por qué? La respuesta aunque sencilla, lleva en su simpleza su complejidad. Porque la realidad guarda secretos. Esto no es malo, si los secretos que las emociones de la primera impresión no son incongruentes con la compleja realidad, pero cuando no es así; se experimentan muchas etapas.

PRIMERO la negación, se quiere seguir viendo la fantasía, se justifica todo ante todos, no para agradar al otro ni a los demás, sino para no enfrentar la realidad, para agradarnos a nosotros mismos.

Después viene la fase del shock,la SEGUNDA, cuando se empieza a ver las cosas reales, pero como esta etapa es la más difícil, se lucha contra uno mismo, empieza la revolución de sentimientos que van del odio al amor, pero no son estables y por esto se vuelve complicado, aún no se define si es una lucha en contra o a favor.

Pero esta segunda etapa también pasa y viene la indiferencia temporal de la TERCERA, esta es el principio de la luz, el espíritu tiene una clara visión de la persona en cuestión, sabe qué quiere con respecto a él, sólo es débil cuando el reencuentro (real o imaginario) se da.

Ahí la imagen que evoca siempre a los sentimientos hace tambalear un poco las certezas y la lucha vuelve de alguna forma, pero ya no con la misma fragilidad, hay dudas y luchas internas, pero ya el mensaje a comunicar se mantiene firme, duro, cortante, seguro de lo que es y lo que quiere.

Y la fase terminal, cuando la realidad es clara e incongruente con la imagen inicial. Cuando todo lo positivo y agradable se quedó dentro de las ilusiones y no supera la ficción. Cuando lo más maravilloso es la capacidad del cerebro para generar imágenes a nuestro agrado aún sin existir. Cuando se encuentran las posturas favorecedoras del oponente en busca de agradar y no de SER. Cuando reaccionas a TU realidad y dejas de tolerar lo que en cualquier otra situación no tolerarías. Cuando piensas en un Amor cimentado en la nada, en la inexistencia... Ahí viene la tristeza, la CUARTA.

Ya no luchas contra nada, ya no quieres el objeto de deseo, pero sabes que lo quisiste, que trabajaste en ello y de repente lo vez destruido. Y aquí me voy a las parábolas, porque es más simple comunicar los sentimientos con ejemplos que palabras. Esta cuarta etapa es como cuando al niño le desbaratan su castillo de arena:

No importaba si era frágil, el lo cuidaría. No importaba si le requería tiempo y esfuerzo, valdría la pena el final… pero cuando lo que ve es la arena removida, con la certeza que en algún momento fue un castillo pero ahora no es sino lo que REALMENTE era y no quiso ver… Eso es tristeza, no hay rencor, la arena lo más que permitió fue que la moldeara, pero siempre se mostró arena, fue él mismo quien pensó que sería duradero, que algo la haría fortalecerse y por lo tanto perdurable.

Es la tristeza de saber que no es arena lo que realmente quiere el niño y por lo tanto su ilusión no volverá a ser. Por más castillos que construya, ahora sabe que se derrumban, que no son más que arena.

Y vuelve a construir algunos, por la nostalgia de aquel sentimiento de felicidad del primero, pero la sensación nunca es la misma, ahora sabe que perece, que nada modifica su esencia. Hasta ahí el niño queda derrumbado, sin ilusiones, sin volver a confiar en él porque sabe que lo que ve no es la realidad.

El golpe fue duro. Pero después aprende. Sabe que la vida es eso, luchar, construir y que exige el QUINTO paso, mismo que reconoce en aquella primera vez no le dio importancia, la del cuidado, esfuerzo constante y reconstrucción. Si hubiera puesto barreras al viento, si hubiera reconstruido los primeros derrumbes, si hubiera trabajado hasta conseguir algún material externo que fortaleciera ese material débil, si hubiera demostrado su fortaleza propia y puesto ésta al servicio de su objeto preciado; el resultado no hubiera sido el que experimentó.

Eso lo aprende, lo aprende de sus etapas dolorosas que pasó, de su insatisfacción de vivir una vida donde todo es derrumbable, de su deseo de volver a la edad donde vivir era soñar, como bien lo decía Unamuno.

Entonces construye nuevamente, con reservas, consciente que puede derrumbarse, pero eso no le detiene, no le mata su ilusión, le motiva a ser más fuerte y dar fortaleza a su objeto de deseo.

Entonces no vuelve a querer tanto como aquel primer castillo, pero ahora quiere mejor, sin falsas ilusiones y con aceptación de la realidad, con compromiso de su parte y certeza que ha de luchar todos los días por aquello que quiere, que el amor implica eso; trabajo, compromiso, entrega, respeto, franqueza, reconocimiento de las capacidades e incapacidades de cada uno (para que las fortalezas de uno sirvan al otro y viceversa) y que no es una competencia, que no habrá seres superiores sino debilidades compartidas.

Viene la etapa SEXTA, la tristeza pasa y se vuelve añoranza, vivencia, experiencia y termina siendo conocimiento. Pero cabe destacar que por ese conocimiento el niño de antes no es ahora más fuerte, la realidad no cambia, sólo es consciente de sus debilidades y las comparte. Sabe que no habrá 100%, pero espera y ansía ese 60,70, 80 o la cantidad de porcentaje que la vida le permita vivir y se es feliz con esa parte, en principio.

Después, los años y la vida van demostrando que ese 60, 70, 80 por ciento que se creía tener, no son sino el 100% de lo que necesitábamos y que nuestras fantasías se negaban a aceptar, que así como en un principio nos engañaron mostrándonos un ser perfecto, después nos engañaron por mucho más tiempo, sin que hiciéramos nada en su contra, mostrándonos un mundo hostil sin que existiera realmente.

El mundo entonces va a su color, ni con más ni menos tono, sólo el real, en ese momento se sabe que la lucha continua y que nada ha terminado, pero que valió la pena y valdrá seguir adelante.

Entonces mis estimados, no teman, que nadie os quitará vuestra alegría. Tal vez se nos borre la sonrisa cuando el viento nos tumbe un poco de arena, pero la alegría no la puede quitar nadie, a menos que nosotros permitamos esa acción, pero como ya somos lo suficientemente conscientes de nuestra debilidad, no lo permitiremos.

Es difícil, pero también a veces toca a aceptar a ciertas arenas que No quieren ser castillos y a ellas hay que contemplarlas así,  sin pretender moldearle nada. Son arena y así serán perfectas, tú, sigue buscando a las que quieren ser castillos. No te quedes mucho tiempo.
                                                                                               
Confíen en la vida, con reservas, pero no de la vida, sino de lo que percibimos de ella, conscientes que no somos poseedores de la verdad y que la gente no falla, falla nuestro sentido común y la idea que nos creamos de ellas. Pero es necesario tener muy presente que nosotros también fallamos y que por lo tanto no tenemos ningún derecho moral de recriminar ni de negar la confianza para seguir adelante.

...
No supe al final en qué persona escribí, creo que pasé por todas, pero así es perfecto. Ya lo dijo Becquer, Cuando un poeta te pinte en magníficos versos su amor, duda. Cuando te lo dé a conocer en prosa, y mala, cree.

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