No apruebo ni justifico berrinches, mucho menos malos tratos,
salvo cuando sé que detrás de esa persona iracunda hay un corazón roto. Entonces
no puedo culparle de nada.
La muerte en vida es esa y nada más difícil que tener que
seguir viviendo. Trabajar, salir a la
escuela o del cuarto y tener que decir “buenos días”, todo, todo es una azaña,
un impositivo mandato a nuestro cuerpo de aparentar vida aunque esté muriendo.
Toda tu energía está voluntariamente entregada a un ser que
ya no existe, no contigo, no para ti. El fluir energético no tiene manera de
volver, sólo fluye a una vía, viaja sin regreso y no hay forma de confirmar si
alimenta a alguien, a ti no y a la otra persona, ya no tienes forma de conocer
si le sirve de algo o si le interesa recibirlo. Es tal vez energía que se fuga
del universo.
La muerte más sentida, más presente del dolor y tan ausente de mi vida ha sido esa. Somos amor, amor que sale y vuelve multiplicado, pero si
este sale y no vuelve…te quedas vacía, no estás, te ausentas y sin tu presencia
no puedes ser persona. Hay una guerra interna, el caos, el conflicto, todo ese
dolor que no encuentra un amor que lo resista; se vuelve coraje, rencor, enojo,
violencia, violencia que se vuelve contra ti y contra otros, contra todos,
todos menos esa persona a la que irremediablemente amas y aunque quisieras
odiarle, no puedes, aún no puedes.
Tu sabiduría organísmica no quiere y no permite odiarle, por
el momento no y está bien, no te obligues a sonreír ni ser amable, no seas
violent@ contigo, bastante sufres y pleiteas internamente. Si los demás hemos
muerto alguna vez, podremos comprenderte, verte con ternura y abrazar tu corazón
herido. Los que no comprenden es porque
no lo han vivido y no sé si lamentarme más por ellos que por ti, nada más
afortunado en la vida que saber que hemos amado, aun cuando no sea ya
correspondido.
Llora, enójate, deja que esa furia salga, que no se quede en
ti, aunque parezca ahora imposible, va a pasar, terminará y el amor volverá a
encontrar lugar adentro. Después podrás verle ya sin sufrir y sin darle tu
energía, las cosas siempre vuelven a quien le corresponden, el amor busca quién
lo alimente y donde no hay vía de regreso, tarde que temprano deja de quererse
dar. Al universo no le gusta que se fugue su energía.
Sólo quería decir que a ese corazón sufriente, lo acompaño a
distancia, dejándolo que se vuelva ogro, no me acerco porque no busco el
conflicto, pero tampoco lo condeno, lo dejo estar, espero que pronto vuelva a sonreír,
o no tan pronto, eso no importa, cada quien tiene su tiempo.
Lo sé, en teoría y en experiencia, pero hoy lo leí y quise
compartirlo, creo que esos corazones que andan por ahí luchando contra el
mundo, necesitan ser abrazados por lo menos desde lejos, dando tiempo,
comprendiendo y no aceptando el pleito, ese no es nuestro, es un grito de dolor
que si lo has vivido, podrás reconocerle.
No eres mala criatura, aunque quieras serlo, estás pleitando
contra ti como diría el gran Shakespeare, yo te acompaño, aunque aparentes que
quieres que todos se vayan. Yo me quedo, te comprendo.
¿Quieres la respuesta teórica de hoy?
2. Un clavo saca
otro clavo (refranes con explicación científica)
Nada requiere más energía del organismo que una pena de amor. El
despecho es emocional y físicamente doloroso; sin embargo, en la medida en que
se movilicen neurotransmisores y hormonas que venzan o se sobrepongan a las que
actúan con efecto depresivo, la ‘tusa’ va cediendo. Durante este proceso, el
organismo busca equilibrar el disbalance por la caída de serotonina, las
endorfinas y la dopamina, frente al aumento del cortisol y las hormonas del
estrés. Este disbalance mejora a partir de las buenas relaciones, de los
momentos alegres y de las buenas conversaciones y puede dispararse ante la
presencia de otras personas que generen estímulos gratos, similares al del
enamoramiento. La idealización del otro cae.
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