lunes, 11 de enero de 2010

¡Por la de buenas que me lo encontré!

Después me enteré que es un personaje reconocido en el pueblo…

Para mí, era el día del primer encuentro con él y tendría que hacerlo con maestría.

“por la de buenas que me quedó este trago, si no me hubiera muerto de la cruda” comentó en su torpe caminar de madrugada al acercarse al coche donde acomodábamos el equipaje para salir de viaje. Instintivamente conteste, con sarcasmo y seriedad, dirigiéndome a mi papá: “no cabe duda que Dios nunca nos abandona” y reí abiertamente, aunque me escondí un poco al ser consciente de mi irreverencia. Dejé que mi papá saludara al “afortunado” vagabundo. Cruzaron dos tres palabras, nos bendijo y siguió su camino.

Me dejó pensando en su optimismo, aún quedaba gracia navideña en el ambiente.

Ser merecedor de un poco más de alcohol y no padecer la cruda es sin duda, una bienaventuranza para la vida de este pobre alcohólico, seguramente de no tan avanzada edad, pero que su calidad de vida lo hace verse desmejorado.

Lo que para mi había sido “las mejores fiestas navideñas” llenas de familia, amigos y felicidad a montones, para otros nada cambió, salvo que quizás existiera un poco más de licor en casa y un tanto menos de culpa, por justificarse en las fechas.

Yo, como si no hubiera sido bastante mi regalo navideño, madrugué para el esperado viaje en familia, para continuar las risas y empezar en plenitud el siguiente año. Él, “el Güey” como el mismo se dice, se empeñaba en no contradecir nuestra emoción familiar y encontrar en su situación lo mejor por que brindar y eso sólo podía ser “el trago que le quedó”.

Me pregunto qué lo llevó a ese estado; no es agresivo como otros que muestran su rencor al mundo y con ello la respuesta al por qué de su vicio. Este es amable, le gusta platicar, comparte su trago… pero bebe desmedidamente. Será que su dolor es tanto que ya no puede sentir ni rencor siquiera, será que su realidad siempre fue esa, que el alcoholismo fue la herencia de su padre, que prefiere evadir una vida responsable hundiéndose día a día en el alcohol… no lo sé, pueden ser todas o puede ser ninguna.

Dicen que a menudo pasa, lamentándose en voz alta “otra vez anda borracho el güey” en un lamento aparentemente incongruente y falso, pero que no me atrevería a juzgar.

Después nos reímos de tan ameno personaje y su “gran suerte” al quedarle un trago y no morir de la cruda, pero en mi risa no se va el recuerdo, algo deja pendiente en mí. Confío en que mi inspirado comentario fue escuchado, aunque fuera producto de mi sarcasmo y no de mi buena voluntad, que Dios no lo abandone y le conceda muchos tragos que queden en su casa, pero que no sea necesario beberlos, que el nuevo año que comenzó con tan “buena suerte” guarde reales regalos a su vida, que su alegría pronto sea felicidad.

¡Por la de buenas que me lo encontré! Iniciaré mi 2010 con su buena suerte y su optimismo.

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