viernes, 15 de mayo de 2009

En la infinita soledad del viernes...De la soledad

Las soledades de mis cotidianos días cada vez toman mayor sentido, creo que me estoy resignando a tenerlas.

Resignarse suena como “conformarse o darse por vencido”. Pero no es en sentido coloquial como abordo el término. RESIGNAR significa dar un nuevo significado, ver las cosas desde otra perspectiva, para encontrar un sentido y razón de ser a lo que sucede. Eso pasa con MIS SOLEDADES.

La soledad ha formado parte de mi vida, en algunas épocas más intensamente que en otras. Pero siempre ahí.

Cuando era niña mi soledad era en pro de no sacrificar mis beneficios; juguetes para mi sola, decisiones sólo mías… En la adolescencia mi soledad era muy acompañada, navegando en el bullicio social, participaba de mil actividades y eso me permitía mantenerme alejada de la realidad. Mi primera juventud implemento una soledad un tanto forzada, el cambio de ciudad y las exigencias me hicieron asumir que había que sacrificar mucho si quería alcázar los objetivos; aunque eso implicara recorrer el mundo sola.

Entre la última nombrada y la actual; existió la SOLEDAD en crisis, esa que no aportaba ningún beneficio ni siquiera egoísta o protector, hubo una soledad intensificada y real, incluso con ausencia de mí, muy compleja pero finalmente fue lo que provocó llegar a la resignación.

Actualmente en mi estado de re-signada soledad, es un poco de todas las anteriores, pero con un extra que resulta reconfortante. La soledad implica el encuentro interior, la consciencia de la realidad, la exigencia de seguir adelante sin salir huyendo, la certeza de preferir compartir la intimidad, la exigencia de crecer, la aceptación de la que soy y la re estructuración para lograr lo que quiero ser.

Tal vez por haber convivido siempre, la soledad y yo, hemos creado lazos indestructibles. Cuando me alejo de ella sufro, la necesito como una especie de vicio que provoca mi ansiedad. Esta situación me hace reflexionar sobre la vida futura, el modo de vida que quiero tener y la urgente resignación de la soledad que me acompañará, porque esa es la conclusión a la que he llegado.

Como diría la canción, quiero que “mi soledad se sienta acompañada”. Esa compañía que propicia el crecimiento y las ganas de ser mejor, pero sin que esto me haga inconsciente de mi persona. Esa que facilita el encuentro interior con mayor facilidad, esa que puede ser encontrada gracias al otro y en el otro, de lo que hablara mi San Agustín “porque aunque él estuviese conmigo, no me estorbaba para estar solo” esa que no invade y por el contrario motiva a mantenernos conscientes de nuestra persona, individualidad y singularidad.

Una soledad acompañada implica madurez y esta nunca nos permitirá hacer lo que queremos. Exigirá sacrificios, pero por elección y en ello se alberga la satisfacción del SER. Si hiciéramos lo que queremos, jamás podríamos SER los que queremos ser.

De no encontrar el equilibrio, la insatisfacción, inexplicable a primera vista, se volverá una constante; encontraremos frustración en nuestros placeres o una pasajera felicidad. (si logran entender este párrafo me avisan, literalmente ni yo lo comprendo, pero lo siento)

Nunca fui más infeliz que la temporada que decidí hacer sólo lo que quería hacer. Pasar por alto el objetivo fundamental de nuestra existencia, puede ser muy peligroso. La vida es un proceso y por lo tanto, requiere de por lo menos un hilo conductor. Saber que la semilla sembrada, aunque la cosecha se vea lejana, es ya un condicionante del producto que obtendremos.

Todo en este mundo tiene un por qué, nada de lo que hagamos será insignificante y tarde que temprano afectará nuestro presente.

Por todo lo anterior disfruto tanto mi soledad, la resignación ha sido favorecedora. Ahora la empleo en bien de mi objetivo. Intento aprender a que las compañías elegidas, no me afecten para estar sola. Que mis soledades físicas sean disfrutadas y aprovechadas. Estoy cierta que independencia no tienen nada que ver con la insensibilidad o enajenación.

Por ahora la soledad se ha vuelto mi fortaleza. El espacio revitalizador para poder salir a enfrentar el mundo. Mi válvula de respiro y mi acordeón para recordar las respuestas que la vida exige conocer.

Esta soledad es la que más he disfrutado, tal vez porque es la primera que tengo la certeza que terminará y porque tengo la determinación de ser yo misma quien, en no muchos años, agradeceré sus servicios para dar pié a la soledad compartida. Esa que al igual que la anterior tienen un extra: “la certeza y deseo, de su infinita presencia una vez que ha arrancado”.

Por eso es tan reconfortante tener un departamento donde su única habitante soy yo. Por eso es nutritivo salir al mundo y recordar que no estamos solos. Por eso el tiempo de soledad se hace poco para ir concluyendo todo, antes del siguiente paso. Por eso no puedo malgastarla. Por eso mi soledad ahora no tiene lágrimas, que en las anteriores etapas estaban presentes. Por eso el tiempo apremia en esta resignación.

Por eso me compraré un perro!!! Aunque me implique COMPARTIR MIS RECURSOS. Aunque exija pensar en otro y no sólo en mi. Aunque mi libertad se vea un poco condicionada. Aunque tenga que ceder ante ciertas cosas, para conseguir la sana convivencia. Y claro, también porque merezco una recompensa y puedo disfrutar de la vida sin tener que ser todo exigencia. Porque habrá un motivo para volver a casa. Porque seremos un tanto cómplices. Porque dará sentido a mi existencia. Porque podré hablar de alguien más y no sólo de mí. Porque me permitirá aprender a ser feliz con la felicidad de otro, aunque eso me implique esfuerzo o sacrificio…

Porque la vida tiene un límite para almacenar y llega el momento en que se vuelve una necesidad comenzar a dar. Porque aún no le conozco y ya le echo de menos.

Porque tengo la seguridad que morirá en algún momento, pero antes de eso habrá cumplido su misión, porque el amor es un arte y para lograrlo; hay que practicar la técnica hasta que esta sea dominada. Practicaré mis afectos para ser artista en su momento.

Dejo esto plasmado por escrito para que en unos meses, cuando mis nervios se alteren porque un diminuto inquilino de mi depa ya rompió algo o no me deje dormir con sus ladridos, recuerde por qué llegó ahí y aprenda a convivir con ellos. Entonces podremos dar otros pasos más complicados y mucho más determinantes en mi vida y mis soledades.

P.D: Tal vez por eso se haga firmar actas y solicitar testigos en algunos compromisos, de lo contrario los asuntos cotidianos nos hacen olvidar y cambiar más por menos. Si no se recuerda el por qué de estamos ahí, puede que se tomen decisiones epidérmicas; que provocan alegrías pasajeras con insatisfacciones profundas inexplicables.

Por eso “no es bueno que el hombre esté sólo” dice el génesis, aunque 40 días de exilio, ayuno y desierto; son necesarios para enfrentar el mundo con claridad, hasta para Dios.

Cito nuevamente a San Agustín casi para concluir con esta soledad del viernes “Las cosas mal ordenadas están inquietas: pónense en orden y descansan”. Creo que poco a poco mi vida logra por fin “El descanso”.

Ahora sé que el amor requiere alcanzar ciertos niveles. No estaremos plenos cuando llegue el amor. Hay que estar plenos para propiciar el amor. Mientras sea el vacío lo que nos motive a estar con otro, no es más que amor propio y MIEDO.

El amor maduro es movido por la necesidad de dar. Mientras lo que nos mueva sea la sensación de vacío, la protección, la comodidad, la saciedad de nuestros placeres… no es amor, no lo asocien a este porque se crearán una falsa representación dañina.

Vea pues, mis manos escribieron cosas en la infinita –por ahora- soledad del viernes 15 de mayo de 2009. A esos que han sido mis MAESTROS… FELCIDADES!!

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